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Tribuna
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Los diez mandamientos

Empecé a leer artículos de opinión en EL PAÍS cuando estaba en la primera adolescencia. Habré leído miles a lo largo de mi vida. He aprendido inmensamente con ellos. La gran mayoría, como es lógico, los he ido olvidando, pero han dejado su poso. Me han hecho más sabio y me han obligado a modificar mis puntos de vista. También me han hecho reír en ocasiones, me han aburrido solemnemente en otras y no pocas veces me han provocado indignación.

Llegado cierto momento, comencé yo mismo a escribirlos, con gran emoción por mi parte. Gracias a la benevolencia de este periódico, he publicado unos cuantos artículos, casi siempre de política, asunto árido y con mala prensa. Me gustaría cambiar de registro, por una única vez, lo prometo. Quiero hablarles de los diez mandamientos que debe cumplir un artículo de opinión. No es que yo esté libre de pecado. Menos todavía en este artículo, en el que, sin que sirva de precedente, peco en grado máximo y con gusto.

El más importante: los artículos de opinión no deben aburrir al lector
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
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1. Tendrás cuidado con las subordinadas. Comoquiera que la lengua de Cervantes es extraordinariamente versátil, según se refleja en nuestro acervo literario, así como en el pasmoso desarrollo de nuestro lenguaje administrativo, único en el mundo por lo que se refiere a prolijidad y precisión, no está de más que, en el espacio sofocante de una tribuna de periódico, el autor tenga la elegancia de recortar la longitud de sus frases. Atendiendo a la gloria alcanzada en el uso de la subordinada, se harán excepciones con Rafael Sánchez Ferlosio y Javier Pradera.

2. Si eres alto cargo, presidente de una gran empresa, representante de una ONG o responsable de no sé qué observatorio, no escribas un artículo; menos todavía si es el "Día Internacional de...". Dichos artículos son planos, previsibles y tediosos. Se hará una sola excepción con José Luis Rodríguez Zapatero, al que este humilde escritor, como algunos dicen, venera incondicionalmente.

3. No utilices nunca palabras como "baladí" u "ominoso", ni expresiones absurdas como "niego la mayor" o casticismos taurinos en general. Huye también de "a la sazón" y "de suerte que". En este apartado no cabe excepción alguna.

4. No insultes ni faltes en demasía a quien piensa diferente, ni ridiculices la opinión ajena para agrandar la tuya. No es necesario decir que para discutir con el contrario tienes que ponerte a cuatro patas. Se hará una excepción con Fernando Savater, quien ha hecho un arte de este género.

5. No hables demasiado de ti mismo, aunque sea de forma indirecta. El truco consiste en presentar, a propósito de una cuestión cualquiera, un panorama dominado por necios y fanáticos. Para ello conviene hablar de "la tribu" o de "la secta". Una vez fijada la perspectiva, el autor deja claro que se encuentra por encima de esa legión de mentecatos. Él no se deja arrastrar por las banderías y los dogmas de los otros. Frente a la España que se consume a garrotazos, el autor se pone como ejemplo de opinión ponderada e independiente que los demás deberían admirar. La excepción en este caso recae sobre Elvira Lindo, ex aequo con Fernando Savater: ambos han alcanzado la perfección en esta técnica.

6. Si eres jurista, no escribas. El conocimiento de las leyes está contraindicado para el artículo de opinión. El fárrago resulta indigesto, incluso si tiene menos de 1.500 palabras. Aunque sea por partida doble, se hará excepción también aquí con Javier Pradera, pero sólo porque en realidad no es jurista.

7. No escribas artículos "desiderativos" en los que se dice "el Gobierno debería hacer reformas para salir de la crisis" o "la sociedad española debería tomar conciencia de la problemática de la inmigración". Los buenos propósitos se dan por supuestos. De lo que se trata más bien es de explicar por qué un curso de acción evidente y deseable no se lleva a término. No hay excepción que valga para género tan triste.

8. Según explica Irina Semionov, una de los fundadores de la escuela semiótica rusa, en un tratado maravillosamente traducido por el catedrático de lenguas eslavas Bernabé Odriozola, si eres profesor de universidad debes abandonar las citas, los nombres, las teorías y las referencias bibliográficas. No te imaginas lo poco que le importa todo eso a tus lectores. Aquí tampoco caben excepciones.

9. No te dejes llevar por las introducciones. Muchos autores se recrean en prolegómenos y cuando de verdad entran en materia, se les ha acabado el espacio para decir algo interesante. Como dicen los ingleses, get to the point.

10. No caigas en la tentación del adjetivo y menos si es truculento y apocalíptico. El adjetivo colorea, pero no contribuye al entendimiento. Hay que tener una fuerza de voluntad hercúlea para escribir sobre Francisco Camps y no añadir que es un cursi. No obstante, los buenos autores son aquellos que aprenden a dominar sus impulsos. No se admite excepción ninguna con el adjetivo.

11. Lee siempre los artículos de Miguel Boyer, que son modélicos.

Todos estos mandamientos se resumen en dos: no aburrirás al lector y no aburrirás al lector.

Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, es autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz)

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